
La ruta de los molinos ofrece al senderista una magnífica oportunidad para conjuntar la práctica deportiva con el conocimiento etnográfico. En efecto, el sendero de poco más de siete kilómetros que, bordeando el río, da acceso a algo más de una veintena de molinos de desigual supervivencia permite contemplar cómo la fuerza hidráulica ha gozado en Asturias de un óptimo aprovechamiento a lo largo de los siglos, con el objetivo, por lo general, de moler el grano (cereales, etc.).
Este martes, y aprovechando el puente del que disfrutaban parados, docentes y trabajadores del concejo de Gijón, el club se encaminó hasta las inmediaciones de Villaviciosa, al objeto de dar cuenta de la citada ruta. Como casi siempre la salida Oeste de Oviedo sirvió como punto de encuentro a una hora menos intempestiva de lo habitual (09:00 a. m.). Ya en los coches, uno de los vehículos se vio obligado a afectuar una marcada parábola antes de retomar la ruta correcta debido a que, y cito textualmente al responsable del ligero percance, "se me ha olvidado algo en casa"...
Ya en Villaviciosa, y de nuevo reunidos, no tardamos en dar, Tom-tom mediante, con Valbúcar, punto de origen de la caminata. A un lado de la carretera surgía el sendero que ya anunciaba barro desde los primeros metros. Ladridos, charcos y rocas resbaladizas nos acompañaron en este primer tramo, hasta que de nuevo nos encontramos con otra carretera que utilizamos durante algo más de unos doscientos metros. Nueva senda, y progresiva irrupción de carteles informativos de la ubicación y denominación de los diversos molinos de agua que poblaban las inmediaciones de la ruta. Sorprendía encontrar desiguales vestigios de su supervivencia, siendo sus extremos, por un lado, poco más que una pila de piedras que dejaban adivinar una antigua pared y, por otro, una sólida construcción con magnífica techumbre y completa equipación para la muela del grano. De vez en cuando, las frecuentes paradas para el refrigerio y la toma de fotografías facilitaban la reunión del grupo que, de otra forma, tendía a adquirir una disposición lineal e intermitente. De igual modo, la regular presencia de árboles caídos sobre la senda ralentizaban el ritmo, entorpeciéndolo en no pocas ocasiones. Poco a poco, se fue incrementando la inclinación del terreno, y con ella la temperatura de una día que se ofrecía magnífico. Finalmente, y tras los indicios marcados por la naturaleza del sendero, que cada vez adquiría con mayor solidez la apariencia de un camino vecinal próximo a las inmediaciones de un pueblo, alcanzamos Buslaz hacia las dos y pico de la tarde. Sin fuente ni chigre, un banco y un par de piedras se conviertieron en improvisados puntos de aprovisionamiento, mientras el agua, las empanadas y el vino discurrían por los gaznates con avidez.
Preparadas de nuevo las mochilas, tomamos el camino de vuelta con resolución, efectuando menos paradas que para el ascenso, lo que facilitó que se caminase con mayor rapidez. Esto no impidió, no obstante, que de nuevo las fotografías dejasen constancia de molinos, paisajes y fauna local. Por último, y de nuevo de forma escalonada, fueron llegando a los coches todos los integrantes de la expedición, completando así una jornada de mayor riqueza paisajística y etnográfica que deportiva, si bien esto no le resta un ápice a su encanto.
Como viene siendo costumbre, y a falta de las fotos de la ruta, que desde aquí animo a todos a incluir, os muestro en la entrada el track de la ruta, para quien tenga interés. La línea roja que podéis contemplar es fruto de la interrupción en la recepción de la séñal, debido a la limitada vida de las pilas. Dejando la citada recta de lado, la lectura del GPS es muy fiable, de acuerdo con la fotografía vía satélite.
A quienes no habéis podido venir, un saludo. Como siempre, tranquilos: habrá más...