sábado, 17 de octubre de 2009

Vía aniversario: nuevas cotas en la épica

Pocas veces me he sentido tan henchido de orgullo, en mi calidad de improvisado y eventual amanuense de las hazañas del club, como en estos momentos. Uno ha de tener el suficiente conocimiento acerca de la realidad, a estas alturas, como para discriminar esos monótonos y grises intervalos de la vida diaria que aseguran nuestra supervivencia de los auténticos instantes de gloria, de encumbramiento (tómese en su sentido tanto literal como literario), que nos salpican y nos sorprenden, con irregular presencia e intensidad, pero que al fin y al cabo son los que nos hacen sentir protagonistas del universo, durante unos vibrantes nanosegundos en los que nada más importa. Hoy ha sido uno de esos días, y he tenido la dicha de formar parte de ello.
Recordemos brevemente por qué nos enfrentábamos a una jornada especialmente excepcional: se trataba del aniversario del club (¡ya un año!), buscábamos alcanzar nuestro primer dosmil como entidad deportiva ya configurada y, lo más importante, el destino era... el Fariñentu.
El Fariñentu forma parte ya del imaginario colectivo del club. Previamente se había intentado alcanzar su cumbre, de forma infructuosa, por problemas de orientación. Nadie lo había visto jamás. Los datos de internet, en lo que a fotos se refería, no despejaba demasiadas dudas. Era casi como el Yeti: ¿existiría realmente? ¿habría un contubernio mundial para convencernos de su existencia? ¿lograríamos coronarlo alguna vez? Pues... sí.
La jornada comenzó temprano. Se anunciaba día de sol, y así fue. Por problemas de telecomunicaciones tuvimos que volver una segunda vez a la estación de tren de Oviedo, no sin satisfacción: un viejo integrante del club se sumaba al acontecimiento. Galopamos los kilómetros, rumbo a Lena. Ni café ni historias: había que comprobar si el Fariñentu existía. Tras un interminable ascenso por el Val.le el Huerna, llegamos a Tuiza, poblada de vehículos, sin duda de montañeros más madrugadores. Mochilas, chistes y al monte.


Decidimos optar por subir desde el Meicín, con el objeto tanto de conocer el nuevo refugio como de ganar altura lo antes posible. En 45 minutos alcanzamos la nueva edificación, un tanto decepcionante respecto a la antigua construcción.

El Canalón Oscuro ante nosotros, sorprendentemente pendiente, nos obligó a inclinar el cuerpo para conservar la verticalidad. Durante el ascenso, una bandada de buitres decidió abandonar los despojos de una vaca, cuyo cuerpo putrefacto nos hizo dar un pequeño rodeo. El ascenso se complicaba. La pared se abría ante nosotros, con asideros inciertos. Las manos hicieron acto de presencia. Desde luego, no parecía una subida para novatos. Poco a poco, con dudas y nervios, logramos alcanzar el Alto los Camisos, desde donde uno de los integrantes de la expedición se animó a coronar el Alto la L.lera. En teoría, "solo" nos quedaba crestear, pero las peñas se abrían, desafiantes, ante nosotros. Poco a poco, logramos ir avanzando metros, no sin dificultad, dejando atrás el Prau del Albo. A la altura del Pie Ferrreru, la ascensión se volvía casi impracticable. Por fortuna, las indicaciones de otros montañeros (que reaccionaron, por cierto, con sorpresa, al descubrir nuestra ruta de ascenso, lo que luego nos hizo bromear con la posibilidad de denominarla "Vía aniversario") nos permitieron acceder hasta un bocarón para contemplar... que la ascensión no había hecho más que empezar. De modo que, con los restos de energía que conservábammos, fuimos ascendiendo, renqueantes y en zig-zag, hasta que, al fin, la gloria: el Fariñentu.


Una panorámica de 360 grados se abría ante nosotros. Magnífico. Durante la comida, otros compañeros de la montaña se sumaron al punto de reunión, los que nos aconsejaron optar por el descenso a través del Val.le de Retertoriu. Dicho y hecho.
Llegados a la vega, observamos, resignados, que el descenso no carecía en absoluto de peligro, a través de prados y pedreros escandalosamente inclinados. Poco a poco, con algún que otro resbalón, logramos ir perdiendo metros, ya casi extenuados. Siguiendo distintos senderos, logramos al fin distinguir de nuevo Tuiza a nuestros pies, con satisfacción. Ya en los coches, comprobamos los tiempos: descenso de vértigo entre hora y veinte y hora y media. Al coche, y a Campomanes a celebrarlo. Sin embargo, ya en la población que da acceso a la vieja carretera de Pajares comprobamos, con buen humor (todo hay que decirlo) que habíamos pinchado.

Por fortuna, las habilidades manuales de varios de los expedicionarios permitió solventar el problema en breves minutos. De nuevo al coche, y rumbo a los destinos. Mañana confío en que celebremos el aniversario como el club merece. Imagino que habrá bromas, buen humor y un magnífico ambiente distendido. Sin embargo, y esto ya es una opinión personal, el Fariñentu nos ha dado la mejor celebración que jamás hubiésemos soñado. Solo en la montaña encontramos la justificación de nuestra afición, y a ella volvemos para seguir sintiéndonos vivos. Bendita droga.
A los que, por desgracia, no pudisteis asistir, no os preocupéis: habrá más.


Algunos datos:

Distancia: 8,07 kilómetros

Tiempo: algo más de 5 horas (reales de desplazamiento)

Cota máxima: 2168 metros



P.D. Edito con las fotos:

En la cumbre del Fariñentu. Tras nosotros, a la derecha, se alza imponente Peña Ubiña (2417 m). Continúan más a la derecha los Fontanes, con un poco de nieve a su sombra. Más cercano está el Prau Albo (2123 m), y sobre la camiseta de La Güestia, aparece Ubiña la Pequeña (2197 m)


Espectacular foto que nos envía Carmen, del club Xente Correndera con los que coincidimos, de algunos de nosotros en lo alto del Fariñentu, tomada desde su cara Norte.


Otra foto de Carmen, ésta de nuestro descenso desde la cumbre


Remontando los puertos de El Meicín


Buitreando la corroña


En poco más de 40 min ganamos 400 m de vertiginosa altura sobre el refugio.


Espectacular parapeto frente a Peña Ubiña


Abriendo la sinuosa vía aniversario


Mítico Siegalavá y el Chegu en los puertos de Agüería


Bajada casi vertical hacia Tuiza


La Güestia preparando su inminente salto a la Fórmula 1

domingo, 27 de septiembre de 2009

Adrenalina y buen karma


La montaña, como el diamante, encubre visos y destellos de inesperado esplendor. A veces, la ruta más sosegada, menos excepcional, oculta preciados tesoros para el montañero perseverante...
En esta ocasión, una nutrida facción del club se desplazó hasta el concejo de Caso (un viejo conocido, a estas alturas), para conocer la denominada Ruta del río Medio, ubicada en las inmediaciones de la población de Orlé. Como es costumbre, nos reunimos en la zona occidental de Oviedo (con puntualidad inglesa, todo hay que decirlo), para, a continuación, dirigir los vehículos al Parque de Redes. Tras el preceptivo refrigerio, a base de pinchos y café, nos encaminamos al fin hasta la mentada localidad. Orlé es un pueblo, es digno de mencionar, con una muy peculiar distribución urbanística: caleyas y caseríos salpican la localidad de forma irregular y escasamente concentrada, lo que proporciona al visitante la turbadora impresión de encontrarse en una población de considerables dimensiones, teniendo en cuenta su, aparentemente, escasa intensidad demográfica. Todo ello proporciona al visitante una extraña sensación de excepcionalidad.
Bota de vino al ristre, despliegue de bastones telescópicos, encendido de GPS y alzamiento de mochilas. La ruta empezaba. Orientados con la ayuda de una lugareña, tomamos el camino por el lado derecho, sobrellevando con facilidad las primeras distancias a cubrir. El ritmo, sosegado, propiciaba la contemplación del valle, boscoso, por el que ligeramente íbamos ascendiendo. Sin problemas y con una perfecta señalización, el grupo iba ganando metros poco a poco. La complicidad y el buen humor acompañaban la caminata, mientras la progresiva ascensión permitía ir aumentando la visibilidad paisajística. Al fin, una fuente seca nos sirvió de apoyo y punto de encuentro para almorzar, sin prisas ni sobresaltos. La ruta continuaba, ya con muy dignas vistas a nuestro alrededor: cordilleras, valles, zonas boscosas...
Algo más adelante encontramos un poste señalizador que indicaba el comienzo del descenso. Simultáneamente, otro senderista que andaba por las inmediaciones se nos aproximó, ilustrándonos con sus enciclopédicos conocimientos de la zona. Informados sobre las distancias y características de los riscos más cercanos, comenzó a surgir entre nosotros una nerviosa mirada de complicidad. Aún era pronto. Uno de los picos estaba muy cerca. Ignorábamos su nombre, la distancia exacta... Carecía de todo interés orográfico... pero era un pico. Era absurdo, improductivo y hasta estúpido... No tenía ningún sentido subirlo. ¿Para qué? Volvimos a mirarnos. Sonreímos, excitados. Sí, ya lo creo que lo subiríamos: ni por su nombre, ni por sus supuestas vistas... solamente, estaba allí.
Para los aficionados al cine, es posible que recuerden una escena del biopic sobre la vida del malogrado Jim Carroll, Diario de un rebelde. Tras el primer suministro de heroína, Di Caprio (sí, terrible) entra en un viaje onírico en el que se le ve corriendo, exultante y medio desnudo, por el medio de un campo primaveral, mientras sus dedos rozaban las flores que encontraba a su alrededor. Algo así nos pasó en el ascenso al pico. Desprovistos de mochilas, como chiquillos alocados, galopamos salvajemente hacia la cima, hasta que la coronación de la misma permitió descender los niveles de adrenalina. Ignorando donde nos encontrábamos, pero con una vista muy digna, bromeamos de nuevo acerca de lo absurdo de nuestro acto. En cualquier caso, estábamos exultantes. La montaña, y su veneno, son así. Bájamos rápidamente (no sin antes dejar en la cima un forro polar, en un indudable acto de generosidad, previendo la llegada futura de montañeros anhelantes de calor y confort...), nos reuninos con el resto de los (las) expedicionarios, que pacientemente había aguardado nuestra llegada, y descendimos por un camino empedrado y con amplísimas vistas hacia Orlé, brindando a nuestra salud, como feliz remate, en el chigre del pueblo.
No quisiera terminar esta crónica sin aludir a un entrañable lugareño que nos indicó el camino al bar. Al margen de su afabilidad, la estampa que ofrecía su casa (con puertas y ventanas abiertas, mientras el sonido de alguna canción española de mediados de siglo se abría hacia el exterior) transmitía una extraña, pero confortable, impresión de placidez y singularidad. Un pequeño retazo lírico en la Asturias más profunda...
Un saludo a quienes no pudisteis venir. “La Güestia” seguirá ahí, esperándoos...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Hispania F.C



Os preguntareis: ¿Que pintan estas fotos?, ¿se ha hermanado la Güestia con el Hispania?. Pues en cierta manera si, por que se trata de el antiguo club deportivo de Santa María de Grado, que en los años 40 deleitaba a nuestros vecinos con su fútbol alegre.
Ahora nosotros cogemos su testigo y disfrutamos del deporte pero esta vez, en vez de en un campo de fútbol, corriendo las carreras populares y paseándonos por los picos mas altos de nuestra región.
Disfrutar con las imagenes.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Pico Ferreirua. (1976mts)

Pico Ferreirua
Aprovechando la festividad del día de Asturias, varios integrantes del club realizamos la ascensión al pico Ferreirua, techo de Teverga, concejo perteneciente a la provincia de Asturias, limitando con Somiedo, Proaza, Quiros, Grado, Yernes y Belmonte, y al sur con Babia, ya en Castilla y León.
Para ello nos citamos a las 8 y media en Trubia para reunirnos y salir juntos, pero no pudimos salir hasta media hora después debido a un malentendido que hizo que dos miembros de la expedición se quedaran esperando en Oviedo.
Una vez resuelto el malentendido y organizados en los coches nos dirigimos por la As-228 hasta el Puerto Ventana, nada mas llegar,aparcamos y dejamos los coches al cuidado de unas vacas que estaban cerca y mientras comentabamos el día esplendido que íbamos a tener, comenzamos a caminar, dirección oeste y siguiendo literalmente la línea divisoria entre las provincias de Asturias y León.
Comenzamos fuerte a los pocos metros con una pequela pendiente que una vez salvamos obserbamos todas las cumbres que teníamos que realizar para alcanzar nuestro objetivo, El Cuervo, las llombas, La corona y el Ferreirua.
Seguimos un sendero que nos lleva por todas esas cumbres y al alcanzar las Llombas, advertimos de un buzón que nos dejaba una tarjeta, y poco antes de llegar al pico La corona disfrutamos viendo cerca de una veintena de corzos que echaban a correr por la falda de la montaña.


Al final alcanzamos la cumbre del pico Ferreirua, con la desilusión de no poder parar apenas a disfrutar de la vista debido a un enjambre de mosquitos que nos impedían estar allí porque no dejaban de atacarnos, primero llegaron Noé y Abel y apenas pudieron permanecer 5 minutos, y después Charlie y yo, para poder introducir nuestra tarjeta en el buzón las pasamos canutas, y a duras penas pude comprobar la reacción que tienen las brújulas en este pico debido a la composición de sus piedras, que las inutiliza, pero con un efecto menos espectacular de lo que esperaba, ya que pensaba que se volvían locas y giraban sin sentido, pero simplemente falsea la lectura y hace que no te puedas fiar de donde está el norte, por ejemplo, a mi el norte me lo marcaba al nordeste.
El pico Ferreirua, la foto mas cercana que pude sacar sin que me comieran los mosquitos

La expedicion al completo, a Abel se le ve poco, mas que nada la visera
Así que debido a los mosquitos tuvimos que dar la vuelta antes de lo esperado y realizar la comida a la mitad del camino de vuelta.
Después de comer nos dirigimos a los coches, y antes de alcanzarlos, debido a que había que ascender un repecho muy fuerte, algunos decidieron hacer un rodeo y dirigirse a un mirador de la parte de Castilla que se veía desde nuestra posición.
Una vez acicalados y en los coches, nos dirigimos a refrescarnos a Teverga y a comentar la ruta y a planear siguientes. Habrá más por supuesto.

mapa de la ruta
Datos.
Situacion. Teverga
Horario. 4 horas
Distancia. 15 km
Desnivel. 388
Dificultad. Media
Mapas. I.G.N.-77-I-III-IV

sábado, 20 de junio de 2009

Cabeza L'Arcu. (P.R.As.124) Parque de Redes

Hola everyone, ayer viernes Abel y yo realizamos una ruta por la Reserva Natural del parque de Redes, ubicado en los concejos de Caso y Sobrescobio.

Realizamos la denominada “Ruta de Cabeza L’Arcu”. (P.R.As.124), esta se trata de una ruta circular por el valle de Xulio, dentro de Redes, el parque, no confundir con la famosa y ya desaparecida discoteca, como alguno me dijo ayer.

Para ello nos dirigimos temprano , hasta el pueblo de Caleao, que está dentro del Concejo de Caso y dista a 6 km de su capital Campo de Caso, ya sabedores del mal tiempo, en el que una lluvia fina nos acompaño durante toda la jornada.

mapa de la ruta, cortesia del Siapa

Una vez que llegamos al pueblo, alrededor de las 8 y media de la mañana, aparcamos el coche en el aparcamiento que hay a la derecha del pueblo, donde comienza la ruta del desfiladero de los Arrudos, que este será el final de nuestra ruta.

Una vez preparados para la ruta, nos dirigiremos al centro del pueblo, donde veremos varios paneles informativos de ruta, entre las que se encuentra la que vamos a realizar, y nos adentraremos rápidamente en el camino que se presenta girando rápidamente a la izquierda cuando nos aparezca una señal de cambio de dirección comenzando una ascensión por una pista ganadera en la que dejamos el rio siempre a nuestra izquierda.

Continuaremos esta pista siguiendo las señales hasta que después de pasar un puente de madera nos aparecerá un cruce y con él una señal indicadora de dirección, una dirección nos indicara Pandefresno y la otra Cabeza l’Arco, esta señal está un poco mal colocada, ya que parece que está colocada para la gente que desciende el camino y que indica que la ruta sigue por la pista ganadera, eso es lo que nos descoloco y hizo que siguiéramos ese camino, que nos llevo después de media hora más tarde y una ascensión con fuerte pendiente, hasta unas cabañas, que si bien estaba muy guapas y arregladas, no eran nuestro objetivo, así que dimos la vuelta, y una vez alcanzamos el cruce, dimos una patada de rabia a la señal y nos dirigimos por el otro camino, en el que a los pocos metros nos apareció una señal, seguimos caminando cruzando el rio hasta que llegamos a la Porquera, unas cabañas que se apoyan en una pared de piedra natural, donde retomamos fuerzas porque eran ya las 11 de la mañana.

En la Porquera

Una vez satisfechos, retomamos el camino siguiendo las señales hasta llegar a tener que cruzar el rio, pudiendo hacerse por un puente de madera, poco recomendable a la vista de cómo estaba, o a pie por el rio aprovechando el poco cauce de la época estival, nosotros nos decantamos por esta segunda opción y seguimos el camino hasta que dimos con unas cabañas y una portilla de hierro, que salvamos y dimos con una pradera donde encontramos a un lugareño con una mochila de piel de animal, yo creo de zorro, Abel de vaca, y que nos indico lo que nos quedaba de camino, diciéndonos que todavía quedaba lo más duro, majo el paisano.

Seguimos el camino hasta llegar a tres pequeñas depresiones o montañitas, un poste a modo de señal nos aparece en la depresión central y nos indica el camino, seguiremos ascendiendo por un camino trazado hasta llegar a un collado. En el que si no hubiera la niebla densa que nos recibió, podríamos observar el pico al que íbamos a subir, después de unas palabras, decidimos no ascender debido a la mojadura que podíamos coger si intentábamos salvar toda la altura que nos quedaba al pico, así que decidimos seguir el camino ya para dirigirnos al pueblo, comenzando el descenso y mojándonos igual porque para descender tuvimos que salvar un helechal que nos dejo perdidos. En medio de este helechal pudimos escuchar un glayido que parecido al de una gallina y que pensamos que podía ser el de un urogallo.

Después de dejar el helechal, alcanzamos el mallau de la Pandellina, y de allí descendimos hasta el Prendeiru, donde enlazamos con la ruta del desfiladero de los Arrudos, y siguiendo el rio alcanzamos después de 5 horas de caminata por fin el coche.

Cascada del desfiladero de los arrudos

Una vez en el aparcamiento, aprovechamos una pequeña ermita para cambiarnos y dirigirnos hasta Campo de Caso donde nos esperaba Javi, allí dimos cuenta de una comida en la que fue la primera jornada gastronómica del club, este domingo puede ser la segunda.

Después nos acercamos al centro de interpretación donde Javi nos hizo una visita guiada y marchamos para casa, despues de una jornada agotadora, mojada, pero que merecio la pena y en la que al final, disfrutamos. Como muchas veces decimos: Habra mas.