sábado, 2 de enero de 2010

Suma y sigue


¿Es justa tanta espera? ¿Acaso el mundo no tiene la necesidad, y el consuelo, de ver mermadas sus desdichas diarias con las épicas narraciones de la facción más agreste de "La Güestia"? ¿Quizás el colectivo montañero está de luto, por la rápida desaparición de tan hercúleo grupo?
En absoluto. Ya estaba bien de regodearnos en los sofás, nadando en la autocomplacencia de la ociosidad, mientras el vino y los mazapanes nos anquilosaban,sigilosamente, susurrándonos con mefistofélicas palabras: "ya irás otro día, que es Navidad; ¿te crees que alguien va en Navidad el monte? Estás loco. ¿piensas que los demás están dispuestos a levantarse al día siguiente de Año Nuevo a las siete de la mañana? Ya irás otro día..."
No. Ya estaba bien. Entre el espirituoso (estos días aún más) fluido que circulaba por nuestras venas aún quedaba algo de esa roja pasión que nos hace encontrarnos con la eternidad, y con nosotros mismos, en las alturas...
El destino era el techo de Bimenes, Peña Mayor. La víspera aún coleaba la idea de redescubrir el nuevo techo de Grado que, tras varias vicisitudes políticas, se había visto mermado en unos doscientos metros de altitud. Indecisos sobre su nueva ubicación, pensamos que aún quedaban muchos concejos por coronar...
Ocho y media en la zona sur de Oviedo. La mañana no vaticinaba todo el frío que aún nos aguardaba, de modo que, con humor y sueño, tras el rápido encuentro, nos dirigimos hasta Nava, en donde disfrutamos del necesario café para entonar cuerpos y despertar ánimos. El objetivo prioritario era lograr una buena ubicación para acometer de manera óptima el ascenso a la cumbre, y Piloñeta parecía casi la mejor opción. Sin embargo, su ruta de acceso fue sin lugar a dudas la que de forma más marcada puso a prueba nuestras dotes de orientación en este día. Tras "merodear" por Nava y aledaños durante eternos minutos, no poco lugareños lograron darnos la suficiente información para recomponer la trayectoria y, ahora sí, encaminarnos al punto de inicio. Ya en Piloñeta, comprobamos la idoneidad de aproximarnos con los turismos algo más a la cumbre, puesto que la pista asfaltada (en absoluto de gratificante recorrido a pie) así lo permitía. De este modo, comprobamos asombrados cómo ganábamos preciosos kilómetros de distancia y metros de altitud. Al fin, ya en la campa conocida como Les Praeres dejamos los coches. Frío, frío y más frío. Gruesos forros polares, protección al cuello, alguna que otra txapela y los imprescindibles (que no imperdibles) guantes. ¡Por fin, al monte! La pista hormigonada aún continuaba, de modo que rodeamos por la derecha un promontorio que ocultaba parcialmente la cordillera a la que esperábamos enfrentarnos. Poco a poco, fuimos ganando metros, hasta llegar al collado Peñamayor, en donde podíamos optar por una rápida ascensión al pico Orozo, situado anuestra diestra, o asumir al fin que veníamos a hacernos con el techo de Bimenes, que esa era nuestra prioridad, ascendiendo por la cordillera de la izquierda. Esta, sin duda nos pareció la mejor opción, al tiempo que unos disparos nos alertaron de la actividad cinegética por la zona, mientras, escapando rabiosamente por la falda del Orozo, un jabalí aún luchaba por su vida: ¡darwiniano cuadro, sí señor!
El ascenso por la cordillera no planteaba excesivos problemas, salvo por la humedad de las piedras, que las tornaba resbaladizas. De manera escalonada, alcanzamos al fin nuestro primer objetivo,el repetidor ubicado en el pico Jueyu (1121 metros), que solo nos sirvió para tomar aliento y seguir recorrido, ya cresteando con mucha menor dificultad. En apenas unos minutos, e igualmente divididos en grupos alcazamos al fin Peña Mayor (1144 metros), techo de Bimenes, coronado con un pintoresco buzón de cumbres, cuya elaboración estaba inspirada en la morfología de nuestro recipiente más universal: la botella de sidra. Decidimos inmortalizar la llegada con alguna foto y la preceptiva cumplimentación, y depósito, de nuestra tarjeta de cumbres. Mientras, la llegada de otros montañeros nos permitió descubrir la proximidad de otro promontorio no poco tentador, el pico Texíu (1254 metros), inmortalizado con la silueta de una guitarra (igualmente a modo de buzón de cumbres), recordando a unos de nuestros intérpretes de tonada más universales: "el Presi". Llegamos a ella (quienes continuamos con la caminata, pues parte del colectivo, con las fuerzas más justas, descendió tras lograr nuestro objetivo más preciado, Peña Mayor, igualmente con la satisfacción del deber cumplido) sin dificultad, cresteando entre neveros de forma cómoda y ágil. Ante nosotros se abría ya la estampa del techo de Nava: el Trigueiro. Sin embargo, ante la desmembración del grupo, parecía más prudente descender, de modo que nos echamos ladera abajo, descendiendo por una incómoda superficie de hojas mojadas, hasta alcanzar una campera, desde la cual tomamos sin problemas (salvo un ligero, e incomprensible, percance con la orientación de parte de la expedición, aunque a buen seguro que iban con los cinco sentidos centrados en la trayectoria a seguir...) la pista que nos llevó de nuevo a Les Praeres, donde descubrimos con sorpresa que uno de los integrantes de la expedición había aprovechado su descenso para proporcionar un nuevo vértice geodésico al club, en este caso el del Varallonga (865 metros). Tras reponernos con el necesario , y frugal almuerzo, nos dirigimos hasta un bar situado, para nuestra satisfacción, a escasos metros de donde se encontraban los coches. Varios cafés y alguna sidra pusieron el punto y final a la jornada, recordándonos que aún queda mucha Güestia este invierno.
A los que no pudisteis venir, como siempre, habrá más...

1 comentario:

Charlie dijo...

Pues sí, rotundamente, el mundo necesita de la épica narrativa de La Güestia! Y espera que no haya que esperar mucho para otra dosis...

No tengo gran cosa de fotos, pero se pueden subir igualmente, lo suyo es que Javi nos pase las de grupo de su cámara, que serán las que merezcan la pena.