sábado, 10 de diciembre de 2011

Delicias inesperadas: pico Cetín


El celebérrimo Tractatus logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein concluye con un aforismo tan críptico como lacónico: "de lo que no se puede hablar, hay que callar la boca". En consonancia con la prudencia del filósofo austríaco, nuestra reacción, ante la inesperada propuesta de abordar el pico Cetín, techo de Parres, se aproximaba más al escepticismo que al entusiasmo: "¿qué interés puede tener un pico que no llega a los 1500 metros?". En efecto, hay que callar ante aquello que se ignora. Y, en este caso, nuestro mutismo se vio desbordado por el descubrimiento de una pequeña joya cuya cumbre se nos reveló como un magnífico mirador que abre las puertas a los montes surorientales del Principado. Su dificultad, solo relativa, legitimaba la ilusión por ascender entre sus rocas y peñascos entrecortados, buscando machaconamente la respuesta al interrogante que nos desafiaba desde la jornada anterior: "¿qué interés puede tener un pico que no llega a los 1500 metros?" Pues lo tenía, ya lo creo que sí. Pero será mejor que empiece por el principio.
Poca concurrencia a primeras horas de la mañana para desplazarnos hasta Sevares. Solo cuatro somnolientos montañeros veíamos sucederse entre bostezos y cortinas de legañas los kilómetros que nos separaban del concejo de Parres. Ya en Sevares, una carretera a la derecha, en dirección a Ponga, nos dirigió, tras interminables curvas, hasta el collado Moandi, punto de desembarco. Poco frío para una mañana de diciembre. Las primeras distancias se abordaron sin dificultad, discurriendo por un camino hormigonado que poco a poco fue perdiendo su consistencia hasta dejar paso al barro, compañero inesperado y no poco molesto de la aventura. Ya en Fontecha, se hizo necesario atravesar el tupido bosque que se abría ante nosotros, sorteando con poca pericia las superficies fangosas que encontrábamos una y otra vez. El sendero, ora incierto, ora nítido, nos dejó al fin llegar a un claro, desde el que pudimos avistar a nuestra izquierda el muro infranqueable de pura roca de los montes de Cea y Cetín. De acuerdo con las indicaciones, sorteamos su falda por la vertiente izquierda, jalonada con mojones regularmente presentes. La dificultad iba in crescendo, y con ella la inclinación del terreno, que nos permitió acceder hasta un desfiladero de apariencia poco tranquilizadora. Llegaba el momento de recurrir a las manos. La hierba desapareció por completo. Una mole de piedra irregular, salpicada con caóticas concavidades, era nuestro único asidero para seguir rumbo a la cima. Al fin, un último esfuerzo, ya sujetos con cuidado y atención a cualquier prominencia del terreno, nos abrió la visión de una pequeña cresta desde la que el avance por los últimos metros de la ascensión se hizo de forma algo más confiada. Una magnífica panorámica de trescientos sesenta grados nos permitió adivinar en el horizonte la ubicación del Pierzu y algún que otro pico de contorno faniliar. Ya de vuelta, aprovechamos para reponer fuerzas en el collado Berroña, antes de emprender, sin desviarnos de nuestro camino primigenio, el regreso al coche. Por último, de nuevo en Sevares, cervezas, licores y caldos ponían el punto final a una aventura mucho más prometedora de lo que parecía en un principio. Techo de Parres, ya eres nuestro. Nueva muesca para la culata del revólver de La Güestia.
Vuelvo a mi querido Ludwig y a su Tractatus para concluir. Menciona un poco antes de concluir su complejo volumen de filosofía analítica la siguiente reflexión, de nuevo enigmática:
"Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas —a hombros de ellas— ha logrado auparse por encima de ellas. (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella). Tiene que superar esas proposiciones, entonces verá el mundo correctamente".
Ignoro si a Wittgenstein le gustaba la montaña (aunque pienso que no). En cualquier caso, recordé estas palabras mientras regresábamos a Oviedo, y sonreí para mí al pensar en su acierto: todo ascenso deja de tener valor en el momento en el que se concluye, y en ese momento, desprovistos ya de la escalera que nos aupó hasta esa nueva cumbre, la realidad, como un guiño irónico, cobra sentido por completo: al fin logramos ver el mundo correctamente. Gracias, Ludwig.

Datos técnicos:
Meteorología: nublado con precipitaciones puntuales y de escasa entidad.
Tiempo: tres horas.
Distancia: 8,20 km
Altitud máxima: 1134 metros
Altitud mínima: 665 metros

3 comentarios:

Fernando dijo...

esta pendiente el Trigueiro, que lo sepáis...

Fernando dijo...

y no nos olvidemos la victorinox!

Charlie dijo...

Umm, tengo que darle unas vueltas a esa frase de Ludwig jeje... qué eficiencia cronística, nunca defraudas!