lunes, 19 de enero de 2009

Hacia rutas salvajes...











¿Quién no ha soñado, en su infancia o ya de adulto, con poner los pies en territorios aún vírgenes, donde la mano devastadora del ser humano no pueda ser adivinada, donde el conservacionismo haya permitido a la naturaleza vagar a sus anchas? ¿Quién no ha querido alguna vez sentirse como un explorador, como un colono, como un aventurero en rumbo hacia lo desconocido...?

Este sábado el Club en su integridad pudo experimentar estas sensaciones en toda su plenitud en su paseo por la Reserva Integral de Muniellos, con la gratificante incorporación de amigos y simpatizante que contribuyeron a formar un grueso expedicionario en absoluto despreciable: nada más y nada menos que dieciséis montañeros afrontamos con ilusión una jornada que prometía, ya a priori, su naturaleza excepcional, rara, irrepetible.

El complejo esfuerzo organizativo que supuso esta expedición (y que de aquí agradecemos a quien, como muchos sabéis, se hizo cargo de las gestiones referentes a la reserva, papeleo, contacto telefónico, etc.) hizo que fueran varios los puntos de inicio de la jornada. El despertador sonó pronto: a las 6 y cuarto de la mañana ya estábamos algunos en pie, bostezando mientras guardábamos polainas, comida, vino... Ya en el coche a las siete, y tras recoger a todos los expedicionarios "carbayones", nos dirigimos, aún de noche, hacia Grado, donde ya nos esperaban, con gesto tanto de impaciencia (comprensible tras 15 minutos de retraso) como de sorna (fruto, sin duda, de lo "nutrido" del vehículo) la parte más numerosa del grupo. A los coches, y rumbo a Moal. Un trayecto largo, nocturno, salpicado por el sonido de la radio y el rumor de las conversaciones. Las primeras luces comenzaron a sorprendernos al poco de entrar en el concejo de Cangas del Narcea, atravesado casi en su totalidad, de punta a punta, prácticamente hasta su límite con Ibias. Llegando a Moal, nos topamos prácticamente de frente, para nuestra sorpresa, con la sección "pucelana" de la excursión, quienes guardaban sus últimos objetos, tras haber pernoctado al lado de la carretera. Saludos, bromas, y puesta de chaquetas: había tan solo un grado. De nuevo en los coches, nos desplazamos hasta Tablizas, donde la guardesa nos esperaba para llevar a cabo la correspondiente explicación de la ruta, al tiempo que repartía mapas entre quienes los deseaban. Mientras nos identificábamos llegaron los últimos coches del grupo. Una vez arreglados los trámites, preparación (mochilas, primeras polainas puestas, encendido de gps...) y en ruta. El sendero, muy cómodo y llevadero en sus primeros kilómetros, saltaba a uno y otro lado de un arroyo con la ayuda de unos pequeños puentes de madera solo tranquilizadores por la presencia de redecillas metálicas en su superficie (tras la fuerte helada de la noche, las tablas parecían pistas de patinaje). Tras unos tres kilómetros y medio ascendiendo por lo más profundo del valle, las primeras nieves comenaron a poblar los márgenes del sendero, mientras la inclinación de este iba en aumento. A estas alturas, tuvo lugar, fruto en gran medida del incremento de una nieve que tapaba toda pisada anterior, la única gran duda en lo que al trazado del sendero se refería. Mapas, gps y brújulas no lograban sacarnos de la incertidumbre. Por fortuna, una pequeña avanzadilla del grupo nos informó de que unos metros más adelante las pisadas reaparecían de nuevo. Así pues, y con casi todas las polainas ya puestas, comenzamos el verdadero "ascenso" hacia la primera de las lagunas de la reserva, nuestro punto de destino. La nieve rápidamente se convirtió en hielo, lo que paradójicamente facilitó un ascenso que, de otro modo, se habría visto enormemente dificultado por el grosor de la nieve. Al fin, un cartel nos informaba de la distancia hasta nuestra meta: tan solo un kilómetro. Dejamos en el cruce a parte del grupo, reponiéndose de lo fatigoso del ascenso entre la nieve, y nos dirigimos hacia la laguna. Los últimos metros fueron especialmente atractivos, con muy poco desnivel y unas vistas excepcionales. Tras algunos titubeos, un regato nos permitió salvar los últimos metros antes de vislumbrar, para nuestra sorpresa, una considerable masa de agua absolutamente congelada: más parecía la pista de un partido de la NHL que una laguna. Como consecuencia de la situación, los más intrépidos se aventuraron a pisar el hielo, mientras más de uno bromeaba sobre lo oportuno de un inesperado resquebrajamiento. Mientras, llegaban, para nuestra satisfacción, los últimos integrantes del grupo, que al fin se habían animado a salvar los últimos metros. Llegó el momento del aprovisionamiento: embutidos, bocadillos, bota de vino; la gradable sensación que producía una furtiva rayada de sol desapareció con brusquedad tras la sombra de la montaña que se cernía ante nuestros ojos, lo que produjo un súbito e inesperado descenso en la temperatura que aceleró nuestra partida. Últimas fotos, y descenso, mucho más cómodo y rápido que la subida. Alguno de los integrantes de la expedición se aventuró a ganar unos metros, convirtiendo los pantalones en improvisado trineo. Las nieves desaparecieron, y con ellas surgió de nuevo el sendero, acompañado por unas aguas transparentes, cristalinas, sorprendentemente limpias y traslúcidas, de una rareza cada vez mayor, por desgracia. Con el sendero ya encarrilado, en sus kilómetros finales, alguno de nosotros logró contemplar dos tímidos jabatos escabulléndose entre la maleza, fruto sin duda de los ruidos. De nuevo en los coches, hicimos uso de la casa de la guardesa para reponernos, cambiar ropa y escribir algo en el libro de firmas. La inesperada aparición del guarda forestal nos permitió hacer acopio de información adicional en torno a la reserva. Una vez reunidos, acordamos desplazarnos hasta el centro de interpretación de Muniellos, donde pudimos aumentar nuestro conocimiento en torno a la reserva con la ayuda tanto de las explicaciones de la guía turística como de la contemplación de paneles informativos, pequeñas reproducciones de escenas de la reserva, etc. Mientras tomábamos un café en el bar del centro ya empezamos a elucubrar próximos objetivos: Tineo, Teverga... nuestras mentes seguían jugueteando ante la consecución de próximos objetivos.

Despedida, y a los coches. Aún quedaban dos largas horas de viajes, donde a más de uno le pudo el sueño, más que comprensible tras el madrugón y la caminata.

Para quienes, en nuestra infancia, vimos la película de Sydney Pollack Las aventuras de Jeremiah Johnson, resultaba un sueño el imaginarnos algún día como el trampero de la película (Robert Reford), surcando bosques, en medio de la nieve, sin que la mano devastadora del hombre transmitiera la triste sensación de encontrarnos en poco menos que en un parque de atracciones. Alguno de nosotros, especialmente en ese tramo final, antes de alcanzar la laguna, tuvo esa sensación, el regusto excitante de la naturaleza salvaje en su manifestación más invernal...

Un saludo a todos, y enhorabuena por vuestro esfuerzo recompensado.

Anexo: podéis contemplar en el encabezado de la entrada el track de la ruta. Salvo por un pequeño desfase en el margen superior derecho, correspondiente a Tablizas, y fruto de las dificultades de nuestros receptores de GPS para ubicarse al principio, debido a lo tupido del bosque y a lo cerrado del valle, la ruta es fiable y coincide con la foto vía satélite. La distancia final, hecha la proyección cartográfica correspondiente, fue de algo más de quince kilómetros (dependiendo, ya en cada caso, de posibles ascensos y descensos buscando gente, pisadas, etc.)

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la crónica.
Quizas para mí una de las mejores experiencias de monte, tanto por la grata y numerosa compañía que permitió compartir vivencias con todos, como por el majestuoso paisaje y el buen tiempo que reinó.
Esto no hace más que darme fuerzas para en breve emprender una nueva ruta hacia sabe Dios que.
La fuerza del vino y orujo nos acompañó a más de uno!!!

Nandissimo dijo...

La verdad es que fue una gozada esta salida.
Lo que mas me gusto: Caminar sobre las aguas del lago y la cantidad de gente que se animo a hacerla, y fijo que alguno si pudiera se apuntaba tambien.
Lo que menos, el viaje se hizo pila largo, pero es lo que tiene ir a un sitio que esta practicamente virgen, que no ta al lao de casa...
Nada, la proxima vez de primavera o en otoño y la ruta larga, ya sabeis

Anónimo dijo...

Perbona la cronica!Lo meyor:la xente,prestome la de dios poder caleyar ya falar con collacios que nun acostumbren a dir con nos.Salú

Charlie dijo...

Aaah, qué placentero texto para tan placentero dia, muchas gracias por tan enorme contribución, Master!
La verdad que la experiencia superó con creces las ya de por si altas expectativas... esa sensación de pisar tierra virgen resumida en la llegada a esa laguna blanca, helada, perfecta, como si nadie hubiera estado allí antes... grandioso!
Y el grupo más numeroso y animado que nunca, así da gusto!
Claro que después de 14 horas de jornada, yo tuve que compensarlo con 14 horas de cama jeje...
Por cierto, que creo que perdí una braga (polar!) gris, asique si nadie la ha visto...me temo que dejase huella en territorio salvaje, oops!

Charlie dijo...

Por cierto, Helsinki, ¿qué tal te fue la carrera del domingo? Espero que esa rodilla aguantase bien!

Anónimo dijo...

Parez que la rodilla va tirando asina que cuenta con vosotros pa Lluanco,ya vos informare de onde apuntase.Salú

Charlie dijo...

Yeeha, nueva carrera a la vista, expectantes estamos! ¿No tienen página web pa apuntarse o algo? Bueno, a ver si ya se anima más gente, si fuimos 16 en Muniellos, por lo menos la mitad deberíamos ir de paseo playero eh!

José Ignacio Mortilotti dijo...

Vaya suerte de ruta, tiene que ser impresionante.
Felicidades por el blog, a ver si alguna vez me apunto a una, -autoacople mode on-.
Un saludo

Anónimo dijo...

La carrera Candas - Lluanco ye el dia 01-02-09 a les 12:15 sobre un recorriu de 6,8 km.A la competicion atletica el C.D.La Güestia mandará dellos deportistes que tienen que apuntase nesti correu ellectronicu atletismogozon@gmail.com